lunes, 7 de marzo de 2011

Capitulo 22: Las Confesiones

Las Confesiones


En la puerta, el conserje me miro reconociéndome de inmediato. Luego subimos y Cristóbal abrió el departamento y entramos silenciosos. Trate de pensar en cualquier cosa y sacar de mi mente todos lo hechos sucedidos aquí. Era terrible ver como la pared seguía hecha pedazos y como todo seguía igual, tan solo con polvo encima.
-¿Sabias que nunca he querido arreglar todo esto?- me pregunto él recorriendo el lugar.
-¿Por qué?, ¿nunca has querido traer a Daniela aquí? Sabiendo que es un departamento muy lindo- respondí. La nostalgia me invadía.
-Nunca podría traerla aquí- aclaro con algo de furia. Sentí como corría dolor por las venas, algo que no sentía tan fuerte desde que creí que él había muerto.
-Claro- asentí un tanto melancólica. ¿Cómo iba a traer a Daniela a este lugar destrozado?, ¿Qué explicaciones de daría? Me estremecí al pensar que Daniela también podía saber lo que yo era por medio de Cristóbal...  ahora que ellos...
-No es lo que piensas... quiero decir, sobre el departamento- dijo él -, jamás la podría traer porque este lugar es tuyo, tus recuerdos están aquí y estando aquí... siento que aun estoy contigo. Y Daniela es algo aparte- aclaro. Mire para otro lado intentando sofocar mis ilusiones.
Estaba a mi punto máximo y yo no sabia cuanto mas podría soportar, cuanto mas tendría que sentir para ir y besarlo.
-Daniela y tú... quien lo hubiera pensado- musite medio enojada, media triste. Mas lo hice para darme cuenta que estaba con ella y que... -¿Quién es Anais?- pregunte sin querer saber realmente. En todo caso, Valeria me lo gritaba.
-Mi... hija- contestó en un murmullo. Todavía estaba aturdida, me perdí en el color de las paredes y en las partículas de polvo que contaminaban el ambiente. No estaba totalmente segura de que hubiera palabra en la vida para definir como me sentía, aparte del aturdimiento era la tristeza mas agrande que alguna vez hubo. Cristóbal me miraba fijamente y yo no lo deseaba porque me destruía a cada momento, el aturdimiento se iba y yo sentía, volvía a sentir el dolor. Me había inventado un mundo de magia fuerte en el que había vivido por mucho tiempo y ahora, sin motivo alguno, desaparecía de la nada y empezaba a darme cuenta de lo que siempre tuve al lado. Quise poder escapar y enterrar el castillo que me imaginaba con él, tan solo que mi cuerpo no se movía a mi voluntad... o así era por ahora. Lloraba en silencio porque por fin mi cuento acabo, el reloj dio las doce y la humana se volvió a convertir en vampira. “¿Esta es tu vida?” pregunto Valeria. Ella pensaba que por mi sufrimiento me había vuelto una persona que se llevaba por la vida y no por su energía. Pero si ella tan solo pudiera sentir lo que alguna vez sentí con él... el amor que me entregaba, pensaría diferente. “Lo se” fueron las dos palabras cargadas de dolor que me dijo Valeria mentalmente.
Me di cuenta que estar ahí, callada y quieta no me ayudaba en mucho, me empecé a mover por la habitación, pero evitando su mirada.
-Lo suponía... y también, lo siento por perder el... ‘control’- dije recorriendo a paso lento sabiendo que no podía ser lo que él era. Cristóbal tan solo me miraba un poco confuso y caían lágrimas de sus ojos incontenibles. Quise poder acercarme y borrarlas con mi boca pero era imposible, todos los sentimientos lindos, buenos y bonitos que tenia camino a su departamento se fueron tan simples como vinieron. El departamento se hizo grande, muy grande para mi gusto. Di un paso hacia él y Cristóbal me miro ilusionado con las gotas de agua que corrían suave y cadenciosamente por su rostro. Él se mordió el labio y se acerco a mí.

Sabía que no tendría que estar haciendo esto, sabia que tenía que evitarlo, que él tenía una familia y un futuro, pero aun así ahí estaba. Su boca sobre la mía moviéndose con delicadeza y pasión, tanta como la primera vez. Él tenía una mano en mi cintura, acercándome a él lo más posible, y la otra en mi mejilla, de repente tocando nuestros labios para sentir el calor que producían. Aunque seguía fría, él ni lo noto, solo se acercaba cada vez más a mí y nunca parecía ser suficiente. Mis manos estaban en sus hombros para poder sentir su calor y llenarme del para usarlo cuando esto terminara. La mano que él tenía en mi cintura recorrió mi espalda y luego volvió a su sitio pero bajo mi ropa. Pretendí liberarme pero estaba tan a gusto ahí que ni siquiera lo intente.
-Stephanie...- susurro lentamente, disfrutando el sonido de mi nombre. Sonreí y él me miro con amor. Me sumergí en sus ojos caramelo oscuro que lo hacían tan adorable y exquisito pudiendo ver como él esperaba este momento tanto como yo. –Te amo, te jure que siempre te amaría y que seas... vampira... no cambia las cosas- afirmo con tanta certeza que me sentí feliz y completa de nuevo, ni siquiera encontrarme con Isabella y Emily se comparaba porque era un tipo distinto de alegría. Ahora estaba con el amor de mi vida, con la persona que hacia que por fin todo estuviera en orden y brillando. Y me amaba... él me amaba con la misma intensidad que yo a él. Sus labios se posaron sobre los míos, nuevamente y volví al paraíso. Con sus dos manos tomo mi cintura y cerca del, me llevo contra la pared del departamento. Tome su cuello y sentir su pulso hizo que mi cuerpo reaccionara de forma diferente, pero no mala, no tenia la necesidad de ‘alimentarme’, tenia necesidad del. Lo quería conmigo y poder tener la oportunidad de convertirnos un mismo ser por algunas horas...
-Te amo- suspire intentando liberarme de su beso para lograr decirlo, pero mi libertad no duro mucho. Sus manos subían por mi espalda nuevamente con la diferencia que ahora lo hacía debajo de mi ropa. Emitió una pequeña risa de satisfacción y me soltó gradualmente terminando con pequeños besos en todo mi rostro. Se quedo mirándome a los ojos de una manera fija y luego miro el dormitorio.

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