jueves, 21 de abril de 2011

Capitulo 44: ¿Por que ahora? (Cristobal Hadsome)

¿Por qué ahora?
(Cristóbal Hadsome)

         ¿Cómo era capaz de estar tan celoso aunque yo estuviera casado con otra? ¿Cómo podía sentir tal odio por el imbécil de Tobías? ¿Por qué ella movía mi mundo como si temblara? Todo mi cuerpo tembló, por lo menos. Verla literalmente encima del estupido me lleno de ira. Quise matarlo, quise poder destruirlo. Veía todo rojo por las ganas de asesinar. Ella no podía estar con él de esa forma. ¿Acaso me había olvidado estos años? ¡Pero que egoísta era! Yo la había dejado primero y ahora ¿qué?, ¿exijo que respete mi recuerdo? ¡POR FAVOR, SENSATEZ! No tenía la facultad de pedir eso. Se supone que yo la olvide y que ahora estaba felizmente casado. Se supone que mi corazón esta entre Anais y Daniela, pero una tercera esta en él; Stephanie, ganando terreno a cada minuto, cada segundo de mi existencia. El imbécil bajó sus besos al cuello de MI STEPHANIE. Me apoye de un árbol para contenerme y no matarlo tortuosamente. Más abajo, él beso sus pechos y ella gimió. Me paralice, ¿Cuántas veces fantasee como sonaba un gemido de ella? Y ahora… lo había escuchado, pero en brazos de otro. YO DEBÍA ESTAR AHÍ. Yo debía estar besando cada parte de su cuerpo, no él. Yo quería, de verdad quería estar ahí. Ella con mi nombre en sus labios mientras intento deshacerla de su ropa. Sacudí la cabeza violentamente. Hace un tiempo me prometí que dejaría de pensar esas cosas, no debía seguir aferrado a hacerla mía alguna vez.
-Así que así se la pasan ahora- no pude evitar decir. Quise huir, pero ya era demasiado tarde. Aparte, el imbécil me contesto con aires de “yo soy superior y no me mires”.
-Hola, Cristóbal-. Stephanie se bajaba del rápido y miraba a mi dirección. Se estremeció y dio un paso atrás. No sabia que pensaba y no quería saberlo. No debía importarme, ¡NO DEBÍA! Pero aquí estoy, tratando de saber que piensa porque me muero por saberlo. ¿Ella quiso que la viera así?, ¿ella estaba enamorada de Tobías?, ¿ella me olvido? Me gritaba en mi mente la sarta de insultos por pedir cosas que deje, que quise dejar.
-Stephanie- le susurre. Su cara de shock me lo dijo todo; ella estaba demasiado traumada porque yo la vi en ese momento con Tobías. No quiso decir nada, se protegía por el cuerpo de Tobías. -¿Qué hacen aquí?- pregunté furioso. -¿A que vinieron?-.
-Venimos en son de paz- contesto el tarado.
-Claro… seguro. Haré como que te creo. ¿Era necesario que estuvieras con Steffi así?-. Mi querida se estremeció y suspiro pesado.
-Cristóbal- como se notaba que mi nombre la arañaba -, no tengo porque darte explicaciones. Tu te casaste… y por cierto, ¿Cómo la pasaste en la noche de bodas?-. Su voz era lastimera y ninguna sospecha de alegría en sus palabras.
-¿Cómo supiste?- pregunté cabizbajo. Ella se había enterado de mi matrimonio, pero ¿Cómo?
-Exequel canto como un canario. Me dijo todos los hechos que últimamente han sucedido- me contesto.
-¿Todo?-. Mierda, si ella sabia todo, entonces… sabia que Daniela estaba embarazada nuevamente. Aunque no sabíamos que podría suceder con esto. Yo un vampiro y ella humana; ¿Qué pasaría? Habíamos tenido que alimentarla con sangre últimamente, pero el mes se estaba alargando cada vez más y Daniela había sufrido múltiples fracturas. El parto tendría que ser pronto, pero ¿Cómo?
-Si, todo- Stephanie me saco de mi ensoñación.
-Déjanos solos- le exigí al imbécil. Él miro incrédulo. –Si, déjanos. Este tema no te incumbe a ti, es solo de ella y mío-. Tobías miro a Stephanie y esta asintió lenta, no quería dejarla pero al final accedió.
-Estaré cerca- le aviso. Me fulmino con la mirada y corrió hacia el sur.
-Stephanie…- empecé, sin embargo, no sabia como continuar, no encontraba palabras que pudieran expresar lo que había sido vivir sin ella, después de haberme acostumbrado a ver su dulzura cada día. Mi amor hacia ella no hacia más que crecer a medida que el tiempo pasaba. Tenerla lejos había sido tanto como morir en vida. Si no hubiera tenido a mi familia… habría perdido el maldito juicio.
-No importa. Sabes que tengo mas que entendido que me olvidaste y que no significo nada ahora, tan solo quería venir a avisarte que estas en riesgo… ¿Recuerdas a Francisca? Bueno, ella viene por ti. Venimos a cuidarte- me contó. Pero me quede pegado en sus primeras frases; ¿QUE YO LA HABÍA OLVIDADO?, ¿QUE NO IMPORTABA? Pocas cosas en mi vida me habían importado tanto como ella me importa. Me enfurecí por la imagen que le quedo de mí.
-¿José Tomas nunca te dio mi recado?- le pregunté.
-No te enojes con él, no quise escucharlo. En realidad ya era bastante duro lo que paso… no necesitaba más-. Sus palabras estaban calando dentro de mí.
-¿Acaso te diste de cabeza estos años?- no pude evitar preguntar. Las frases salían de mí, sin consentimiento. Ella me miro confundida. –No estas entiendo nada, nunca entendiste- movía mi cabeza de un lado a otro completamente furioso de nuevo. ¿Cómo no comprendía lo que una y otra vez mis ojos gritaban? La amo, pero ¿es que no lo ve? LA AMO.
-No, no entiendo. Pero no vine para entender-.
-Stephanie, por favor. Nos debemos una conversación sobre nosotros-
-¿Nosotros? Cristóbal, no hay nosotros… no, después de que casaste y después de Anais… no, no hay un ‘nosotros’- me respondió acongojada. Me acerque a ella y en un rato me deje ser feliz. Quería unos minutos sentir que era mas que feliz y que estaba contento con mi vida… mas que ahora. Tomé a Stephanie entre mis brazos y tal como la tenia Tobías la subí a mí. Quería que ella supiera y que si él estaba viendo esto también, que tan solo yo podía tenerla así. Ella era tan solo mía y era más que obvio que solo yo lograba hacer que ella accediera una poco más y otro poco hasta que pudiéramos olvidar hasta nuestros propios nombres.
-Mi amor- le suspire. Ella me pedía que la soltara, pero no era su voluntad. Lo hacia solo porque era lo correcto, después de bese su cuello solo la oí suspirar cada vez mas rápido. Nos acercamos a la pared de mi casa y la puse entre la pared y yo, sin escapatoria de mí.
-Por favor… bájame- me pidió nuevamente. Puse mis manos en su cintura para apegarla mas, la necesitaba tanto. Era apasionante tenerla tan cerca, era embriagador. Mi boca estaba peligrosamente cerca de la suya, pero cuando iba a besarla ella corría la cara ágilmente. Me conforme con tener su cuerpo para mí, dispuesto. Aunque extrañe el sabor de su boca. ‘La besaría’ me prometí.
-Mía, mía, solo mía- le susurraba al oído y ella se estremecía. Todavía teníamos las mismas sensaciones que la primera vez que la mire o toque. Recordé como había sido el primer almuerzo con ella, como la conexión era tan evidente, como me ponía loco saber que la vería ese día a las dos…
-No, ya no- me contesto. La oprimí más a mí para demostrarle que aun eso era cierto, que nada lo cambiaria. Sus manos empezaron a moverse lentamente recorriendo mi pecho y mi espalda, mientras que yo hacia lo mío por mis propios medios. Recordé de nuevo, recordé cuando nos encontramos por primera vez luego de un largo tiempo, cuando estábamos en mi departamento y la pasión nos llevaba. Ahora era lo mismo, estábamos cegados por demostrarnos el amor que hace tanto tiempo habíamos tenido retenido. Necesitaba que supiera cuanto la quería y aun más la deseaba. Llego un momento que ya no pude mas y quise quitarle su polera roja que le acentuaba de forma enloquecedora. La subí hasta que sus brazos me lo impidieron, quise seguir.
-Stephanie…- volví a susurrar su nombre.
-¿Hmm?- me pregunto con su rostro en mi cuello tan esmeradamente. No quise hablar, tan solo moví sus brazos y ella capto mi intención. Me miro fijamente con confusión en sus ojos, pero en los míos había la mas pura decisión. Ella se movió inquieta. Sonreí gustoso. Pero mi querida estaba nerviosa…
-¿Qué pasa?- pregunté.
-Nada- me contesto y baje la mirada, pensando quizás que cosa. Quito sus brazos de mis hombros dispuesta a bajarse de mi y tener un poco de espacio, pero yo no se lo permitiría. Se sentía demasiado bien tenerla cerca
-Por favor, ¿no extrañaste el roce de mi cuerpo contra el tuyo? ¿Acaso no deseabas mis caricias?- murmure cada vez mas lento hasta que llego a ser un balbuceo. Stephanie sollozo callado. –No, mi amor. Lo siento- le pedí que parara de llorar. Ella me abrazo cariñosa, tendiéndome una invitación cuando su boca se poso en mi mejilla. Me moví pausado hacia mi objetivo, no quería que un movimiento brusco la alertara. Hasta que, a punto de alcanzar sus labios, me hablo:
-Una camioneta… Cristóbal, viene una camioneta-. Con la emoción que sentía por estar con Stephanie no me di ni cuenta que se escuchaba una camioneta en esta dirección. ¡Como el destino me odiaba tanto! A punto de tener a la chica de mis sueños, algo interrumpía mi felicidad. Ella se bajo veloz y se arreglo la ropa y su cabello. Me acerque y la ayude, moví sus ondas castañas al lugar donde debían estar. Mientras ella arreglaba los últimos detalles, no resistí más. La tome lujurioso y la bese. Fue hermoso, la amabilidad de sus labios, sus carnosos y sabrosos labios. Ella me devolvió el beso con cautela y casi con miedo.
-Déjate querer, amor mío. Disfruta lo que sientes por mí, como yo disfruto lo que siento por ti-. Se entrego a mí casi con desesperación, como si ya no pudiera contenerse. Tomo mi cabello y me apreso a ella. ¡Como me gustaba! –Te amo- le confesé.
-Te quiero- me susurro de vuelta con un sollozo. Me separe y la mire a sus hermosos ojos ámbar. Ella estaba mas que confundida.
-Es por Tobías, ¿no?- casi confirme.
-Lo amo también. Y él… es mi novio- me confeso. Me congele. Su novio… él era su novio. Esto debió sentir ella cuando le conté que me casaría con Daniela, esto mismo. El aturdimiento, la tristeza, el sentimiento de haberla perdido me invadió lentamente y me dañaban. Stephanie seguía sollozando en frente mío. La había perdido… por siempre. Yo… la perdí. -¿Cristóbal? Viene una camioneta- me advirtió. Yo seguía medio confuso y solo mire la dirección donde venia la camioneta. Era Daniela, la podía sentir. –Cristóbal… por favor cuídate de Francisca. Ella quiere dañarte. No la dejes. Estaremos cerca- me detalló. Ella vacilo un poco y luego tomo mi rostro para besarme. Tan solo sus labios pudieron hacerme reaccionar, la acaricié todo el tiempo. –Te amo todavía- me confeso. Después se fue, me dejo ahí… todo era una especie de deja vú al contrario. Estacionaron cerca de mí.
Anais bajo de auto cantando con su mp4, de inmediato entro a la casa. Beth, la hermana de Daniela, bajo con algunas compras y luego de saludarme entro a la casa para cuidar de mi hija. A ellas les encantaba compartir algún tiempo juntas. Daniela bajo del asiento del copiloto, un poco forzada por los extensos daños que tenia su cuerpo y cuando por fin salio, rápido, a su velocidad, se acerco a mí. Me abrazo sin motivo, su temperatura era demasiado alta, no era lo que mi cuerpo pedía, yo quería a alguien mas fría. Pero aun así la sostuve por temor a que tuviera algún accidente. Yo también la amaba y no quería que algo malo le pasara.
-¿Paso algo?- me pregunto. Inspire su aroma y bese su frente.
-Daniela, escucha- empecé mirando hacia dentro de la casa. Anais ni Beth debían enterarse de lo que nos atormentaba -, tenemos problemas. Hay alguien que nos esta amenazando de muerte. Nuestras cabezas penden de un hilo. Tenemos que resguardarnos-. Luego, sentí a Daniela llorar en mis brazos.

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