jueves, 21 de abril de 2011

Capitulo 42: Sin querer, vuelvo a ti.

Sin querer, vuelvo a ti


         No demoramos más de cinco minutos en hacer un pequeño bolso para nuestro viaje de emergencia. Llame al celular de Cristóbal, pero estaba fuera de servicio. Me dolió hasta los huesos. Debía avisarle de alguna forma, pero ninguna se me ocurría.
Esperábamos a mi hermana y mi amiga con sus respectivos novios para irnos ya. Nos iríamos en el avión de Isabella a Chile. ¡Que coincidencia! Me estaba poniendo mas nerviosa a cada segundo, pero no quería pensar en porque iba a Chile de nuevo. O si no…
-Amor mío- me dijo Tobías mientras esperábamos en lo que era la puerta.
-Dime- le conteste. Pero Tobías callo porque Isabella llegaba en una camioneta blanca, enorme. De este año, seguro.
-Suban- dijo mi hermana. Todos estaban adentro menos Isabella y yo. –Vamos, adentro- me dijo mi hermana apurada.
-Gracias por todo- la abrace y ella me dijo que nada va a ir mal… pero que nos apuráramos. Ya todos listos partimos en la carrera más rápida de mi vida.
Apenas veía lo árboles pasar mientras Isabella conducía hacia el avión. Jamás pensé que una camioneta pudiera ir a esa velocidad. Con Joseph nos miramos y se que pensamos lo mismo; “conduce como una loca”. Claro que ahora estaba más que justificado. Mire y ahí estaba Tobías mirando al frente con mirada críptica, yo estaba sentada en sus piernas y me abrazaba con fuerza, como si no quisiera llevarme hacia Chile, quería retenerme ahí. No quise preguntarle que pensaba en verdad porque le debía doler demasiado ahora y no querría demostrármelo. Grace estaba sentada en las piernas de José Tomas y Emily en las piernas de Franco, los últimos se abrazaban con pasión de amor, mientras que los primeros era solo amistad. Joseph estaba en el asiento del copiloto mirando a mi hermana asustado, él sabia de que era capaz Francisca y llevar a su compañera de la vida al peligro no lo ponía muy feliz que digamos. Creo que es el mismo sentimiento que tenía Tobías hacia mí.
Estaba atardeciendo y de la nada un rayo llego justo a mi brazo haciéndolo brillar como diamantes. Tobías sonrió levemente.
-Eres hermosa- me susurro al oído. Pude sonreír por primera vez en el viaje. Y la alegría del amor lleno la camioneta antes llena de sufrimiento.

A las dos horas llegamos a donde estaba el avión. No sabia porque razón Isabella lo había dejado tan lejos, aunque por su expresión vi que lo lamentaba en el fondo de su corazón. Puse una mano en hombro para darle aliento. Nos subimos rápido al avión nuevamente y empezaba una nueva sesión de relajamiento para soportar el calvario que seria no poder hacer nada más que esperar.
-No estoy segura de aguantarlo- le confesé a Tobías. Él me beso solamente para darme confianza. No quise sentarme cerca del lugar donde años atrás me había sentado con él que ahora iba a salvar. Por suerte Isabella no quiso pilotear y le ofreció el mando a Joseph, menos mal, con lo nerviosa que estaba temía que nos fuéramos a estrellar.
Tobías me acerco a él y nos recostamos en unos asientos que se hallaban atrás. Estábamos en un asiento, yo encima de su pecho. Cerré los ojos y recordé como hace muchos años atrás, como en un tiempo tranquilo, cuando mi vida estaba balanceada y nada malo había pasado aun, me recosté con Tobías en una colina y fue lo mas cercano a dormir que había sentido. Hoy me sentía igual. Tan solo sentí pasar las horas.

-Estamos llegando- pronuncio Franco junto con Emily. Me levante de un salto y me puse al lado de Joseph para ver el cielo de Chile. Descendimos lentamente, ni comparación a como aterriza Isabella. Y al estar en suelo, en tierra firme, salimos buscando como llegar hasta ‘Las Parcelas’ o hacia alguna parte sin que nadie notara como nuestras pieles refulgían al sol. Era un día muy soleado para pasar desapercibidos.
-Ya vuelvo- dijo Grace y corrió hacia la carretera. Todos supimos que haría. A los minutos llego con una mini-van. –Lo mejor que había- murmuro sonriente. Sonreímos como respuesta. Nos subimos y a toda velocidad empecé a conducir hacia el departamento de Cristóbal, no sabia en que otro lugar buscarlo. Después de todo no había mucho sol ahí tampoco y seria un buen lugar para vivir con Daniela y su hija… Las calles se venían recién despertando. Era un amanecer radiante y las personas empezaban a hacer su rutina diaria. Al no tener vidrios polarizados tuvimos que escondernos lo más posible cuando muchos humanos nos observaban. Mas de una vez el brillo se hizo demasiado evidente y algunos miraron a la mini-van, pero nada más allá ya que no les di oportunidad de echar una segunda mirada. Pasamos por el frente del “Gatuno” y vi a Exequel abrir el negocio. Sentí una alivio tremendo al verlo, pero también un susto que me congelo.
-¡Exequel!-grite casi sin pensarlo. Él se volteo nervioso, obviamente al reconocer mi particular voz y miro hacia la mini-van. Me vio y tembló. –Exequel, por favor ayúdame… Es por tu hijo- le rogué. Y por fin él se acerco. En la puerta me quedo mirando asombrado porque el sol me alumbro como a todos mis amigos.
-Cristóbal es ahora uno de los tuyos- afirmo. Asentí. –Lo sabia, era obvio. Su palidez y… todo. Se la historia de porque lo… convertiste, pero cuando hacia la pregunta directa siempre la esquivaba. Lo supe mejor por Daniela…- hablo mas para él. O sea… Daniela estaba al tanto. Mire al manubrio y respire varias veces antes de poder hablar de nuevo.
-Exequel… Cristóbal esta en peligro y necesito saber donde esta- le pedí. Él tembló nuevamente.
-Llega hoy de su luna de miel- afirmo rápido. “¡¿Qué?!” pensé aturdida. Tobías de inmediato me abrazo conteniéndome. Obvio… Cristóbal se caso con Daniela. Lo esperaba, así serian las cosas, lo sabia. Pero que me lo digan así, fue un golpe fuerte, que me costo mucho asimilar. Mire la frente para tomar valor y poder ser objetiva. Si estaba aquí era por amor y porque debía salvarlo de algo que era mi culpa. Él estaba feliz y eso era bueno… Eso era bueno. Intente convencerme una y otra vez. –Stephanie- me llamo Exequel.
-Dime- dije sin pensar.
-Dale un momento. Ella ama a tu hijo- le dijo Isabella con voz furiosa. A ella le molestaba que me dañaran. Volví a respirar pausado, diez veces. Moví el cuello de un lado al otro y me concentre solo en salvarlo.
-Estoy bien, Exequel, pero dime ¿Dónde esta?-. Él saco su billetera y me paso un papel con su dirección.
-Es mas alejado, pero ahí esta especificado como llegar-.
-Gracias- le dije y luego arranque la mini-van dejando a Exequel a mi espalda y tratando de dejar también el dolor de saber… que me había olvidado.

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